Bien por visibilizar a los cuerpos diversos como deseantes y deseables, bien por hacer explícita la necesidad de apoyos para materializar ese deseo en prácticas sexuales. Dicho lo cual, nos parece problemático que se naturalice que esa vivencia se desarrolle en un contexto de institucionalización. Una residencia donde se agrupa a gente que no ha decidido con quién convive, el profesional no ha sido elegido por la pareja, maneja sus cuerpos como objetos, a su antojo, sin recibir ni una sola indicación de qué y cómo hacer (la única vez que piden algo el asistente habla con la directora que es quien decide), cuando le solicitan intimidad él sigue viendo y escuchando, comenta la jugada con otra trabajadora, etc. Podría pensarse que quizás el vídeo fuese, precisamente, una crítica a la institucionalización, pero lejos de eso la blanquea con el agradecimiento explícito del protagonista y una musiquita bien agradable.

Desde esta visión crítica, el vídeo pone de relieve dos cuestiones clave:

  • La asistencia sexual debe ser una figura profesional con entidad propia, diferente de las ya existentes (auxiliar de clínica, asistente personal, prostitución…) porque queda definida por sus tareas (propias del ámbito de los trabajos sexuales) y por el rol (idéntico a la asistencia personal, quien toma las decisiones es la persona con diversidad funcional).
  • La vivencia plena y libre de la sexualidad es incompatible con la institucionalización. No se trata de mejorar las residencias, sino de substituirlas por un modelo de vida independiente con los apoyos necesarios.