En un momento en que la sexualidad ha pasado del tabú y el secretismo a la hípervisibilización y el mandato de mostrar, hacer y querer, son pocos los espacios en que esa vivencia permanece silenciada, cuando no negada, y por tanto son especialmente interesantes de pensar desde los estudios críticos de la sexualidad. Estoy hablando de las personas con diversidad funcional, cuyos cuerpos y mentes no siguen los parámetros habituales, y legitimados, y por ello son denominadas “discapacitadas”. La politización de su sexualidad es reciente, el movimiento de vida independiente y los propios disability studies se habían centrado en identificar y denunciar problemáticas más urgentes como la falta de accesibilidad o de inclusión educativa. Pero, en gran medida gracias a las alianzas con los feminismos y activismos LGTBI y queer, comienza a haber una preocupación por problematizar la (a)sexualidad de las personas con diversidad funcional.
En nuestro contexto, la reivindicación que ha alcanzado mayor visibilidad pública es la asistencia sexual, llegando a recibir la atención de los grandes medios de comunicación e, incluso, generando las primeras representaciones audiovisuales: una película y dos documentales. No obstante, se populariza su representación sin parar a pensar en su definición, ya que el término “asistencia sexual” se utiliza como paraguas bajo el que conviven diferentes realidades, servicios y demandas. Su lectura y catalogación resulta enormemente controvertida ya que remite a debates enquistados y a apuestas estratégicas. En ocasiones, se intenta zanjar el debate planteando que “no es ni más ni menos que prostitución”. Esta postura es paradójicamente defendida tanto por quienes tienen una postura pro regulación del trabajo sexual como por quienes abogan por su abolición. Sin embargo, considero que la discusión precisa desbordar este marco para entender cómo se conjuga la demanda de determinados servicios sexua- les con la realidad de la diversidad funcional en la que toda actividad fuera del entorno familiar es leída en términos terapéuticos. De esta forma, desde los sectores profesio- nales vinculados a la diversidad funcional tiende a concebirse y defenderse la asistencia sexual como una práctica médico-rehabilitadora y plantear la discusión en el marco de las necesidades biológicas y los derechos sociales.
Ante esta disputa, las imágenes proyectadas resultan una herramienta clave para en- tender el imaginario colectivo y el sentido común que se están construyendo en torno a esta realidad hasta hace poco desconocida. Más desconocida aun dentro de la industria cultural donde la representación audiovisual de la diversidad funcional es escasa, prácticamente anecdótica, y estereotipada. Tal y como analizan Barnes y Mercer (2003), cuando aparece un personaje con estas características su condición suele constituir el núcleo de la trama argumental, bien como motivo de inspiración o bien como motivo de compasión. Con lo primero se refieren a los relatos de superación al más puro estilo yanki, el inspiration porn que diría la activista Stella Young, en que una persona con algo tipo de “hándicap” supera todas las adversidades y nos muestra que “querer es poder”. En estos relatos es habitual que la película contenga una trama romántica que se desarrolla platónicamente, sin que los desbordes de la carne interfieran en la inteligibilidad de la historia. Ejemplos claros son La escafandra y la mariposa (Julian Schnabel, 2007) y el bestseller La vida antes de ti (Thea Sharrock, 2016) por citar las más famosas en las que las historias románticas no pasan del beso pudoroso y tierno. En el caso de Intocable (Olivier Nakache y Éric Toledanose, 2011) queda en la correspondencia epistolar. Y en la española Mar adentro (Alejandro Amenabar, 2004) nuestro habitualmente hípersexualizado Bardem, al quedar “postrado en una silla”, se limita a la ensoñación erótica y la masturbación mental.
No obstante, sí que hay una imagen recurrente de naturaleza explícitamente sexual cuando se representa la diversidad funcional: la del hombre (habitualmente en silla de ruedas) que paga por algún tipo de servicio. Se mantiene, por tanto, el protagonismo masculino de forma mayoritaria. Este es el núcleo argumental del reportaje de One Life: For One Night Only (BBC, 2007) que narra la historia de Asta Philpot, un joven que quiere perder su virginidad y pone un anuncio en internet para que otros jóvenes en su situación le acompañen a un burdel. Consigue dos colegas y lo cuentan en una road movie que les lleva desde el norte de Europa hasta un prostíbulo de Antequera. El documental tuvo tal éxito que han sacado versión cinematográfica: Hasta la vista (Geoffrey Enthoven, 2011) que, curiosamente varía el tipo de diversidad funcional de los protagonistas, así como la relación entre ellos, pero mantiene la ensoñación del prostíbulo del sur como el lugar de las pasiones calientes y las mujeres fogosas. La otra cara de la moneda la cuenta Scarlet Road (Catherine Scott, 2011) en la que su protagonista, Rachel Wotton, de nuevo en formato road movie, narra su experiencia internacional como “prostituta especializada” en hombres con diversidad funcional. Su objetivo es popularizar su proyecto Touching Base cuyo lema es “people with disability and sex workers coming together”. Para profundizar en la posición de este colectivo en el debate sobre asistencia sexual en el contexto español puede consultarse García- Santesmases y Branco (2016).
En este trabajo, por el contrario, no pretendo profundizar en las conexiones entre la diversidad funcional y la prostitución, ni en sus representaciones audiovisuales (como las mencionadas en esta breve introducción), sino que precisamente busco apuntar hacia narrativas que desafían la tesis de que la asistencia sexual “no es ni más menos que prostitución” y nos plantean otras cuestiones en torno al cuerpo y el deseo. Para ello, en primer lugar, se analizarán tres películas de recorrido internacional (Nacional 7, Las sesiones, The Special Need) que plantean como nudo argumental la demanda de diferentes servicios sexuales por parte de personas con diversidad funcional. En el segundo apartado, me circunscribiré al caso español y a los tres documentales que abordan la sexualidad de este colectivo: el pionero Almas con Sexo, y los dos más recientes que directamente aluden a la asistencia sexual: Yes, we fuck! y Jo també vull sexe. Tanto películas como documentales se analizarán siguiendo la propuesta metodológica de la narratología que entiende “el personaje como elemento de conexión directa entre el imaginario narrativo y el imaginario social” (Alfeo, 2011: 64). El objetivo es desvelar los constructos heteronormativos y capacitistas5 que promueven estas representaciones, que se entrelazan y, con ello, apuntan a algunas de las claves de la construcción de la sexualidad contemporánea.