“Yes, we fuck!” y la asistencia sexual

La logística importa. Sobre financiación y formación

Hay cierta tendencia a llamar “asistencia sexual” a todo trabajo sexual que se haga con personas con diversidad funcional. En ocasiones se argumenta que una formación previa obligatoria convierte la prostitución especial [13] en asistencia sexual. Algo sorprendente y difícil de aceptar, en tanto que si se paga por un servicio que incluye acceder sexualmente a otro cuerpo se trata claramente de prostitución, independientemente de las características personales de cada cual.

Esta concepción de la formación puede resultar estigmatizadora para lxs trabajadorxs sexuales (son ignorantes si no las formo yo), para las personas con diversidad funcional (no pueden hacerse cargo de sí mismxs) y alimenta tentaciones corporativistas (sólo puede hacer este trabajo quien sea formadx por mí). Cuanta más formación mejor, pero siempre como derecho a disposición de la persona trabajadora, nunca como filtro previo que secuestra el conocimiento y limita la libertad personal. Cuando alguien va a tocar nuestro cuerpo, la libertad de elección ha de ser absoluta, porque da muchas más posibilidades de que el servicio resulte satisfactorio que la pretendida autoridad que otorgue titulación alguna. Las personas con diversidad funcional tenemos el mejor de los conocimientos sobre nuestros cuerpos, y lo que no sepamos tenemos que aprenderlo como el resto de la población, no convirtiendo cada actividad de nuestra vida en una paliza pedagógica que nos asesta el experto de turno.

A todo esto, hay un problema económico de fondo; los gastos extraordinarios, la exclusión del sistema educativo y del mundo laboral, junto a un sistema de pensiones raquítico, hacen que las rentas de las personas con diversidad funcional sean, en media, inferiores a las del resto de la población. Esto dificulta acordar precios que satisfagan a ambas partes. Vuelve a ser clave distinguir entre asistencia sexual y prostitución inclusiva, así como reconocer su papel complementario. Entendiendo la primera como herramienta para materializar el derecho al propio cuerpo es posible que a medio/largo plazo se pueda conseguir que los poderes públicos asuman su responsabilidad en financiarla. Comprendiendo el papel complementario de la segunda, estaremos más cerca de garantizar derechos laborales para las personas trabajadoras.

Hablamos de “papel complementario” en el sentido de que la asistencia sexual empodera rompiendo la barrera de acceder sexualmente al propio cuerpo, y la prostitución inclusiva empodera facilitando la experimentación, el juego y el gozo de compartir sexo con otros cuerpos. Lo primero sólo es imprescindible para algunas personas cuyas diferencias funcionales requieren esos apoyos y constituye, por tanto, un derecho fundamental que debe ser financiado por el Estado. Lo segundo, en cambio, no responde a las necesidades específicas que se derivan de las diferencias funcionales para ejercer un derecho, se trata de un servicio común a toda la población (como la educación, los locales de ocio, la vivienda, el comercio…) y sabemos que es mucho mejor que los servicios comunes sean inclusivos, que eso los mejora para el conjunto de la población, mientras que convertir servicios comunes en “servicios especiales para personas especiales” no transforma socialmente y conduce a un mundo con guetos que perpetúan el aislamiento y la segregación. Partimos de una realidad en la que la prostitución es mayoritariamente excluyente, pero la prostitución especial no es la respuesta, debemos trabajar para conseguir una prostitución inclusiva.

Así pues, la asistencia sexual y la prostitución inclusiva son trabajos sexuales diferentes en su justificación, los roles, las expectativas, las prácticas posibles, las personas a las que se dirige y su configuración como derecho, pero complementarios en el proceso de abrir un abanico de posibilidades para que las personas con diversidad funcional podamos vivir nuestro propio cuerpo y el vínculo con lxs demás desde el deseo y el placer.

Gráfico

[13] Nos referiremos con este término a la prostitución que atiende sólo a personas con diversidad funcional, no a la población en general