“Yes, we fuck!” y la asistencia sexual

En los márgenes de los márgenes. Género y diversidad intelectual

Decíamos que la asistencia sexual comparte justificación y roles con la asistencia personal, y esto debe ayudarnos a entender cómo se articula esta figura para las personas con diversidad intelectual. La manera de tomar decisiones se estructura en tres planos, en función de lo que la persona con diversidad intelectual puede decidir:

  1. Por sí misma. Nadie interviene
  2. Con apoyo. Otra persona, el asistente personal, le informa y acompaña en el proceso
  3. No puede decidir, ni con apoyo. Su voluntad ha de ser interpretada por el asistente personal

En el caso de la diversidad física todo se simplifica a (a) y para alguien en coma se reduce a (c) Entre un extremo y el otro todo ha de ser posible. La clave es establecer un protocolo entre la persona con diversidad intelectual, el asistente personal y la persona garante del buen funcionamiento de de la asistencia (habitualmente un familiar o entidad) de manera que quede lo mejor definido posible qué tipo de decisiones corresponden a cada plano y cómo actuar en cada uno de ellos.

Si entendemos cómo funciona la toma de decisiones con asistencia personal entenderemos cómo funcional la asistencia sexual para personas con diversidad intelectual: exactamente igual. Sin duda, el proceso resulta más complejo que con la diversidad física, pero es perfectamente viable y del todo necesario. Si a alguien se le ha negado de manera sistemática su derecho a tomar decisiones es a las personas con diversidad intelectual, arrinconadas en los márgenes de los márgenes de la ciudadanía en aras de una “protección” que en no pocas ocasiones llega prácticamente a anularles como personas.

Y es también desde esos márgenes de los márgenes desde donde las mujeres con diversidad funcional empiezan a reclamar su sexualidad en general y la asistencia sexual en particular. Machismo y capacitismo se retroalimentan para negarles su derecho al propio cuerpo, a los deseos y los placeres, situándolas en una posición de mayor invisibilidad y menor voz pública que el resto de las mujeres y que los hombres con diversidad funcional. Ninguna propuesta sobre qué es y cómo debería desarrollarse la asistencia sexual, incluida la que hemos presentado en este artículo, tendrá sentido si no se consigue incorporar la voz y la experiencia de las mujeres con diversidad funcional en los ámbitos de debate y toma de decisiones políticas. En este sentido, cabe destacar la gran labor de Soledad Arnau en el ámbito activista y académico, así como el incipiente interés en el terreno de lo político por parte de la senadora Virginia Felipe.